“María Baranda narra en esta obra la infancia de la pintora mejicana Frida Kahlo, pero no lo hace desde la perspectiva de una biografía real sino imaginada, al menos en algunos aspectos, aunque sí sabe transmitir una idea genérica y cierta de las primeras experiencias que tanto influyeron en su vida y, por supuesto, en su obra. La niña protagonista aparece rodeada de personajes, reales o ficticios, que contribuyen en buena medida a moldear su personalidad, destacando sobre todos por su importancia la figura del padre, de quien la propia Frida dijo «era muy interesante, de bastante elegancia al moverse, al caminar. Tranquilo, laborioso, valiente…».
La novela también se hace eco de episodios especialmente importantes, como la poliomielitis que dejó una huella imperecedera en su cuerpo o los estragos de una salud física y mental quebradiza, así como ciertas premoniciones de dolor y muerte que se harían realidad años después y que aparecen reflejadas con especial acierto en las ilustraciones de Gabriel Pacheco.
Todo ello está narrado con calidez, tanto en el tratamiento de los personajes como en la narración de las situaciones más duras en una vida marcada por el dolor –«De esa agonía sin fin que ha sido mi vida, diré: fui como un pájaro que hubiese querido volar y no pudo»– pero también por el amor y una creatividad ilimitada. Aunque se trate del relato de una infancia que pudo ser pero no fue, ello no empaña en absoluto la fascinación que ejerce la figura de Frida –nombre que significa Paz– Kahlo, una gran mujer que también fue niña.”
(Lucas Esteban, Heraldo de Aragón)
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