En el último número de la revista Lazarillo podemos leer un artículo de Mikel Unamuno sobre el autor teatral Luis Matilla, titulado “Teatro para armar/amar con las cien manos”. Reproducimos a continuación un fragmento:
«Hablar de Luis Matilla es hablar, sin duda, de la figura más importante del panorama teatral para niños y jóvenes en España, no tanto por su abundante producción -más de treinta obras- como por su apología coherente y comprometida de este género y, sobre todo, por la calidad y actualidad de sus textos.(Mikel Unamuno es experto en Planes de Lectura, Bibliotecas Escolares y Dinamización de la Lectura)
Matilla (Donostia, 1939), además de autor teatral, es técnico cinematográfico y un innovador y apasionado especialista en didáctica de los medios audiovisuales y de comunicación. Su trayectoria comienza a mediados de los sesenta del siglo pasado en grupos universitarios y de teatro de cámara y, ya en los setenta, en colectivos de teatro independiente como Tábano y El Búho, y con la escritura de El hombre de los cien manos, obra que redefinió el concepto de teatro para niños en nuestro país y que fue estrenada en el Teatro Español de Madrid en 1967. Entre otros, ha recibido el Premio Nacional de la ASSITEJ 1999, Premio Celestina, Premio Constitución y Premio SGAE 2000, 2002 y 2008.
Nos centraremos tan solo en siete de sus últimas creaciones por cuanto pueden servir de motivador detonante para despertar el deseo de leer del mediador entre los niños y la palabra conmovedora, combativa y digna de Matilla.
El propio autor considera que las obras para niños y adolescentes deben tener la suficiente consistencia literaria para que puedan ser leídas y debatidas en el aula. Las doce ediciones de El árbol de Julia y las siete de Manzanas rojas le reafirman en esta idea y en la necesidad de luchar por introducir la literatura dramática en la escuela. Es en sus obras escritas en el siglo XXI donde muestra una mayor madurez creativa y en las que pone en práctica una norma que había apenas ensayado en la centuria anterior: “No hay temas tabú en el teatro para niños, sino tratamientos inadecuados”.
Si por algo destacan los textos dramáticos de Matilla es porque manifiestan una empatía cómplice pero nada condescendiente con los pequeños lectores, a los que demuestra conocer con minuciosidad y a los que se dirige con exquisito respeto. A su servicio pone toda su competencia artística, su sensibilidad y sus conocimientos exhaustivos de la realidad social en la que estamos sumergidos (…)».
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